Ludwig van Beethoven: Sinfonía nº 4 en Si bemol mayor, Op. 60
Fecha de publicación: 02 de marzo de 2011
HEMEROTECA DE MÚSICA CLÁSICA. La Cuarta Sinfonía de Beethoven es una obra maestra absoluta. Flanqueada por las dos cimas imponentes de “la heroica” y la “quinta”, tiene aún que luchar contra quienes, ante platos tan fuertes, tienen el paladar desgastado para las delicadezas.
HEMEROTECA DE MÚSICA CLÁSICA. BEETHOVEN SINFONÍA 4
Programas de Mano de la Hemeroteca de Música Clásica de Clasica2 presenta hoy la Sinfonía nº 4 en Si bemol mayor, Op. 60 de Ludwig van Beethoven con motivo del concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica de RTVE el 13 de diciembre de 1984.
NOTAS AL PROGRAMA DE MANO
Cita
La Cuarta Sinfonía de Beethoven es una obra maestra absoluta. Flanqueada por las dos cimas imponentes de “la heroica” y la “quinta”, tiene aún que luchar contra quienes, ante platos tan fuertes, tienen el paladar desgastado para las delicadezas. Pero no menos contra los que la utilizan “amigos de Mozart” “neoclásicos a la violeta” y “puristas antirretóricos” como arma arrojadiza frente a marchas fúnebres, llamadas del destino y otras presuntas corruptelas programáticas.
La Cuarta Sinfonía no es en absoluto un descanso del guerrero. Al igual que las sinfonías “impares”, surge de un vigor constructivo poderoso, y está toda ella trabada por motivos y células rítmicas que nos hablan de un maestro en el arte del desarrollo. Exige de la orquesta un virtuosismo implacable, y los matices de agógica y dinámica no son sólo expresivos, sino funcionales y arquitectónicos. En resumen, es un objeto sonoro preciso y contundente que recoge de los viejos buenos tiempos la claridad y la gracia y de los nuevos una gran cantidad de recursos técnicos antes desconocidos o no suficientemente explotados.
La introducción lenta es ya un prodigio de misterio sin agobios, sin confesiones personales. La sabiduría modulatoria, el perfecto juego de timbres, la sensación de marcha inexorable hacia delante no tienen más parangón que en obras camerísticas muy posteriores. Ese mismo regusto por el color tímbrico vuelve a aparecer a lo largo de toda la obra: la exposición del segundo tema en el primer movimiento a cargo de la madera, el delicioso canon entre clarinete y fagot poco después.
Especialmente bello es el “Adagio” central, esa “canción imperturbable de pura armonía” como dijo Berlioz, a caballo entre el ritmo preciso y el cantabile melodioso, de una hondura expresiva pocas veces igualada. El equilibrio entre construcción y lirismo, entre lo “sabio” y lo “cordial”, entre la razón y sentimiento es tal vez su cualidad más portentosa.
El “Menuetto” “Allegro vivace” es originalísimo, y de “Minuetto” nada. Los 20 primeros compases del primer episodio, con esas misteriosas alternativas entre la madera (ascendentes) y la cuerda (descendentes), entre el vigor ternario del comienzo y los no menos vigorosos cambios rítmicos del final es algo que, bien interpretado, no se olvida jamás. Como el desarrollo de la idea no le va a la zaga y el trío es encantador, no nos importa volver y volver sobre ellos en una especie de movimiento perpetuo que, ¡ay!, acaba terminando.
El movimiento final es aún más directo, más exultante, buen toque de piedra para la orquesta sinfónica más completa que se había dado hasta entonces (1807). Victorioso sin avasallar, gustosamente lírico en medio de una tormenta de semicorcheas que apenas descansan, nos permite llegar al final sin nudos en la garganta y tras un rato placentero, como pocas veces en el Beethoven sinfónico.
Fin de la cita
AUDICIÓN DE MÚSICA CLÁSICA. BEETHOVEN SINFONÍA 4
Escuchemos, a continuación, el primer movimiento Adagio-Allegro vivace de la Sinfonía nº 4 en Si bemol mayor, Op. 60 de Ludwig van Beethoven.
Manuel López-Benito
Beethoven: Sinfonía nº 4 en Si bemol mayor, Op. 60. I. Adagio-Allegro vivace. Minuto (30:43)