Clásica 2

Revista de Ópera y Música Clásica

IV Concurso de Relatos cortos: La Jota

Fecha de publicación: 05 de febrero de 2014

Gerardo Fontanes Pérez nos remite, para participar en nuestro IV Concurso Literario-Musical de Relatos Cortos de Clasica2, el escrito titulado "La Jota"  y que publicamos a continuación.

IV Concurso de Relatos cortos: La Jota

 

LA JOTA

Cayó la noche, embarazada del trajín de la celebración. En su Fiesta Mayor, el pueblo alborotaba en las placetas y callejas empedradas. Desde la taberna de arriba hasta la tasca de abajo, continuaba el ir y venir del personal en alegre procesión. Medraba la chanza; ofrecían bebidas a los hombres, dulces a los niños y piropos a las mozas. En las casas, las luces eran hogares de leña en que  repartían cenas antes de de ir a la plaza, donde una charanga haría bailongo hasta la madrugada.

Anticipada por un petardo y al sonido de un clarín, comenzó la juerga. Los músicos apañaron  los bailables emparejando al pueblo, favoreciendo romances, remozando amistades y matando rencillas viejas. Los niños, imitando a los mayores,  brincaban por todas partes.

Una pareja, incansable, enlazaba  bailes y rientes abrazos. Él, un robusto paisano  de sonrisa oscura; ella, Pilar, remarcados ojos de azulete, vestía turgencias disimuladas  por una toquilla.

La gente aplaudía, comentando: “¡estos siempre están igual!”.

A media noche, la música se detuvo. Un redoble de tambor convocó a los espontáneos. Era tradicional que joteros del lugar cantaran sus invenciones. Los aplausos decidirían el premio: una botella de champán costeada por el alcalde. Desfilaron seis recias voces, muy aplaudidas. Luego un rumor creció: “¡Que cante Alejandro, el de la Pilar!”. Llevaron al remiso mozallón hasta la orquestina. Se ordenó silencio; rasguearon las mandolinas y brotó su voz con ecos de pozo profundo:

“Virgencita del Pilar…    
Arrodillado en tu altar,
déjame que yo te cante,
que así me gusta rezar.
Y a mi mujer, la Pilar…,
queriéndola agasajar,
dejadme que yo le cante,
que esa es mi forma de amar.”    

Concluyendo, insospechadamente, con una nota aguda, abierta, vibrante y eterna.

Entonces, los astros desaparecieron, ocluidos por  el incienso empolvorado de mil tracas de artificio. 

Gerardo Fontanes Pérez

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